miércoles, diciembre 23, 2009

Cuatro paredes, quizá seis.

ViVo EN duaLIDadEs
hablando con seguridad.
Certeza momentánea,
certeza que tambalea,
certeza que ya no está,
nunca la hubo, nunca fue.
Cereza del pecado,
fruto del demonio.
Manzana de la salvación,
manjar de los dioses.

Las paredes de mi pieza:
¡tristes dicotomías!
Como nunca vivas
penas y alegrías.
Danzan como dríades
reflejos de mis ojos contrastantes:
blancos negros, cruzan calles,
de holgados pasos al caminar,
de estrechos botines
molestosos al pasear.

Lo público y lo oculto,
lo ajeno y lo propio.
Queman como fósforo,
pirómanos incendiarios,
(existencias pasajeras,
existencias que determinan),
desde los ojos que ven atónitos,
hasta el corazón que todo siente,
que todo llora. Que llora
porque nada más puede hacer,
que teme predispuesto a temer,
tiritando en lo helado y en calor,
no por frío, ¡por temor!

Y los secretos no evaden lágrimas;
las llaman a gritos (¡vengan!)
perdiendo de vista los momentos agradables,
nublando con grises tiernas alegrías.

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