lunes, mayo 10, 2010

Ave

Dentro de un aviario inmerso al cual el destino me ha llevado
encontré un plumaje excelso con perfume que enviciaba.
Quise poner aquellas plumas, todas juntas, sobre mi cuerpo:
por la sien y las palmas; adornarme tan hermoso.
Pero sólo conseguía, y cada vez con más frecuencia,
enterrar el cálamo sobre mi piel ordinaria,
atravesando turbia mente e insana alma.
Quise quemarlas, señor lo prometo. Quise quemarlas.
Pero al prender las flamas, dispuesto a hacerlo,
comencé a sentirme frío y dependiente de aquellos segmentos de ala.
¡Adictivo! aquel aroma que en un aviario se encerraba. Adictivo,
quise ser también, engañando a mis vecinos.
Fui adicto al suave y placentero vexilo
que de vez en cuando por mis hombros se posaba... soy,
un maldito adicto al aleteo interno que estas plumas me provocan.
Quise quemarlas... pero no fui capaz.

Y así subí estos bártulos en un altar,
cubriendo una estatuilla de lo que quise ser con las plumas que atesoré.
Y adorné todos mis eventos como a un Becerro, le veneré,
y besé sus pies.
Quise dejar de ser pagano... pero ese aroma, pero ese aroma
-que me enloquece, que me emboba,
que traiciona como Judas...

Soy un pequeño Jesús deseando su beso-

No.
Yo era ese ser que confiaba en la naturaleza efímera de todas las cosas...
pero aquí me tienen las plumas excelsas, llorando nuevamente
como un desgraciado.


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