martes, febrero 16, 2010

Árbol de tacto

Soy disperso como hoja al viento.
Soy aglomerado como otoño con tintes de invierno:
¡tanta hoja en el suelo!
Soy disperso, dije, y más aún en otoño.
Soy tantas hojas volando
y tantas hojas queriendo pisar.
Soy tantas hojas secas en el suelo,
y tantas verdes en las copas henchidas
hacia lo alto del cielo.
Y puedo quemarme, como hoja seca
y gritar excitante.
Puedo quemarme, como hoja verde
y sonar inquietante.
Puedo esparcirme por el mundo
en un otoño haciendo que todos me recuerden, puedo,
y ser olvido en un verano de sol abrasante.

Soy árbol imposible,
árbol de desierto,
de ciénaga,
de marisma.
Artista
-dicen los imbéciles-.
No quiero serlo, lo juro y muy sincero.
Tengo miedo de pertenecer a mafia,
cual clero.
De ser distinto por las noches
e idéntico en los días.
Pero soy, lo quiera o no,
árbol imposible
por crecer en marisma.

Dicen que los árboles se talan.
Yo no lo creo, a pesar de tener en mis manos
apuntando hacia un papel blanco mi lápiz.
¿Qué tiene que ver blanco
con verde?
Nada, entonces,
¿cómo de mí podrían sacar a un ángel?

(sol abrasante -atrás y adelante-
me quemo en tus cabellos
me quemo sol mío
y en tus brazos muero)

Quiera Dios y el hombre,
que un incendio no me arrase.
Quieran los santos y sus velas
que mis hojas no se acaben.

No hay comentarios:

Publicar un comentario