martes, octubre 06, 2009

El tributo a la flor nacional


Nació muriendo porque el canto la ahogaba,
el talento se estampó en aquella flor de campo.
Guitarra a los 9 años, composiciones bucólicas desgranando habas,
en las faldas de su madre interpretaba
con sus dedos, sobre cuerdas, sobre arpilleras,
junto al bracero, junto al fogón,
lamentos ásperos, esculturas de cartón.

Violeta a secas, ni lila,
ni morado, ni púrpura,
violeta como galega, Violeta como no hay otra.

De alma limpia
con fuego selló el destino
de sus oyentes que la lloraron
el día en que su muerte vino.
Jamás entendí por qué la más hermosa flor se marchita,
no sé si se embriagó con vino
su muerte de tinta violeta oscura estaba escrita.

Qué risitas tiernas regaló salientes de sus ojos,
lágrimas llorante de amores quejumbrosos.
Qué palabras apasionadas salientes de su boca,
versos como besos,
pasionales como quien defiende la propia bondad.
Esclava soñadora de la libertad.

Un altar levanto a aquella flor,
por considerarla diosa de los lamentos y del folclore.
Mi mano en el aire desea empuñar como ella empuñó
la espada con la que castigó al descriteriado.
De mi diafragma surgen los ecos de su voz,
tarareando las canciones con que fui criado,
esas que ella nos dejó gracias a Dios.

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