domingo, noviembre 01, 2009

En el aula no se habla, se haula; nadie aprende

Angustia ¡ay! los ruidos me estremecen.
Un verde que canta como manicomio,
unas plantas que crecen junto a los hongos.
Gente; la gente duerme, la gente mira,
mal, la gente habla,
como cofradías en grupos.
Otros atentos a los quehaceres,
sonido de gloria.
Otros nerviosos golpean lo que tienen,
cariñitos en el pelo.
Una tos, y uno lo llama y se da vuelta,
un enredo y un bostezo.
Se leen atentamente, comparan su gramática,
y uno muerto de fatiga descansa recostado mientras.
El sujeto de guantes se huele la axila
y bosteza con la boca abierta,
¡asqueroso!
El gordito se empeña en taparme,
no los veo a todos.
El fornido está como piedra,
le pegaría con los codos,
pero quizá me los revienta.
Ruiditos de sillas,
ruiditos de mesas,
la tosecita de la señorita me causa extrañeza.
Y la banda sonora es en palabras,
un idioma que no entiendo,
que se reproduce y se reproduce saliendo
por los parlantes,
atentando contra los durmientes
y los provechosos hablantes.
Todos se aburren,
todos quisieran dormir,
pero otros fingen, otros pretenden,
mientras yo prefiero escribir.

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