sábado, marzo 12, 2011

Me despido de las damas
de piel cristalina
rojas tras bambalinas.
Me despido porque los principes de seda
han traído sus caballos ensillados
especialmente para ellas.
Les harán un circuito, montadas
montadas, les mostrarán lo que tienen.
Y ellas con sus sonrisas lambisconas
preferirán quedarse ahí entre esas piernas
que emanan Olimpo.
No puedes discutir con los preferidos,
no son ellos quienes se eligieron como tal.
Son de nido,
así han nacido.
Mas la mansión, el palacio
que hoy han ofrecido
se esculpieron con mis manos
caliza por caliza.
Babel, nadie entenderá mis reclamos.
Sodoma, mi ciudad se quema en vano.
Pompeya, las cenizas volaron hasta las estrellas.

Sin corazón, sin imaginación
el amor suele ser una gran rifa.
Se aburrieron de las doncellas
y han salido a sus baños.
¡Sodoma!
Montar, el trozo de madera
(la viga)
que queda en pie después de una estampida.

"No hay princesas intactas
sólo hay reinas mojigatas"
-vociferan.

El sudor se reune en mi cuello
ellas me ven, aún ofreciéndome sus besos.
Un armiño se acurruca en la espalda de la dueña,
la ahogaría por las noches
de mi alma poseer aquella prenda.
¡Quiero quedarme con todos los...
lingotes!

De espaldas rectas... los príncipes
y piernas perfectas.
Narices perfiladas
y bajo la cintura aquellas grandes espadas.

¡Me han ganado sin tregua!
Yo sólo los miro desde mi pocilga
cuando por las noches desnudos montan sus yeguas.